La educación, se mueve en un binomio información-formación. La información es la que nos proporciona los conocimientos necesarios para manejarnos en la sociedad y conseguir una capacitación profesional que permita el desarrollo personal en cualquier trabajo. Esta información no se refiere solo a aspectos profesionales, sino también a la adquisición de habilidades y procedimientos de actuación, que nos permitirán perfeccionar ciertas facultades humanas, por eso podemos hablar de gran cantidad de tipos de educación, sentimental, visual, sexual, cívica y de dominio de voluntad.
Pero la información sola no basta, hace falta que vaya acompañada de una orientación, lo que se denominaría experiencia y lo que la gran mayoría de las personas llamamos formación. Por ejemplo, en la educación sexual no solo basta con conocer la anatomía y fisiología del cuerpo humano, sino que tenemos que saber una serie de pautas que nos expliquen con claridad para qué sirve la sexualidad, su integración en la personalidad humana, su finalidad…
Por tanto, la educación acompañada de una buena formación, o llamémosle experiencia conduce a la formación de un hombre más maduro, más completo y más coherente. La persona es madura cuando se alcanza un buen equilibrio personal entre sus facultades intelectuales, sus relaciones con el medio, y su cuerpo. Es completo cuando sabe integrar diversas vertientes adecuadamente y es coherente cuando por si mismo establece una armonía entre las ideas y la conducta, es decir, la teoría (información) y la práctica (experiencia). El hombre formado, por tanto educado es más espiritual, más dueño de sí mismo.
En toda educación es importante la figura de un educador, o enseñante, depende del contexto que nos encontremos, y recordamos que cualquier persona que nos esté dando información nueva para nosotros, ya es un educador, yendo desde el padre/madre, profesor/profesora, amigo…. Esto toma importancia cuando afirmamos que el poder educador depende menos de su palabra que de su ejemplo, queriendo decir que es más importante, o le vemos más utilidad, desde el principio de nuestra existencia a una buena ejecución de lo enseñado que lo aprendido en sí. El educado necesita un modelo de identidad, una persona ejemplar a la que admirar y en quien aprender, volviendo a insistir que todo el mundo de alguna manera u otra es educadora.
Hemos visto una serie de agentes educadores, normalmente suelen ser los denominados primarios, pero se nos ha olvidado hablar del principal agente educador, que es uno mismo, es la propia persona que formula y desarrolla su proyecto personal. Los medios para alcanzar todos los objetivos que la persona se plantea son principalmente dos: la motivación y el esfuerzo. La motivación es lo que nos mueve a actuar y mediante el esfuerzo realizamos pequeños avances concretos, repetidos una y otra vez pero con un carácter acumulativo y supercompensatorio, hasta conseguir el control de la propia conducta.
Continuando con este aspecto, y haciendo alusión al gran escritor Fernando Savater, vemos que los medios necesarios para una buena educación son la motivación y el esfuerzo, como anteriormente hemos mencionado. Como bien comenta en su libro, para conseguir la motivación necesaria, necesitamos un mínimo de optimismo, esa cosa extraña, que cada vez se va perdiendo más y más, y que los que tenemos cierto uso de razón desde hace pocos años, casi ni lo conocemos. Estamos inmersos en un tiempo de pesimismo absoluto, donde nada tiene sentido y donde el esfuerzo no se premia.
Es algo en lo que poco a poco estamos cayendo, y es justamente lo que la educación de escuela no necesita. Muchos de nosotros, educadores en potencia normalmente de escuela o instituto necesitamos, ese optimismo que nos ayude a levantarnos cada mañana, haciéndonos ver que lo que estamos haciendo es necesario e indispensable, y que nadie es capaz de hacerlo mejor que nosotros, incluso esos que se ríen de nosotros cuando estamos esas carreras tan fáciles, como es “pinta y colorea” y “eso de los deportes”. ¿Cómo osan a decir semejantes barbaridades cuando de una manera u otra vamos a formar parte de la educación de sus hijos? Espero que recapaciten, y que sepan que lo que están diciendo no tiene absolutamente ningún sentido, sino lo recordaremos el día de mañana.
Para concluir, quedarme con una frase del autor Arturo Ramo: “Las palabras mueven, el ejemplo arrastra”.
Cada uno que lo interprete como quiera.
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