sábado, 14 de mayo de 2011

MAL DE ESCUELA

El autor nos intenta introducir en su personaje, en lo que él vivió en la época en que era niño. Era un chico normal, una familia sin problemas económicos, ni de salud, una buena educación recibida en casa, ¿Qué faltaba? Obviamente confianza en sí mismo.
En la novela se citan una serie de metáforas que nos llamaron severamente la atención: El basurero de Djibuti, en el que el autor nos cuenta cómo vivió atrapado en una red de mentiras diarias a los profesores y a su familia unidas a la frustración de no comprender.
Muestran a los padres como una barrera más, un escollo que hay que evitar para seguir día a día, nos muestra en primera persona como cuesta “pelar” a un alumno cebolla, como el porvenir se convirtió en castigo sin todavía haber aparecido y como su vida en el internado discurrió con más calma que cuando era “libre”.
Nos enseña como un zoquete con dificultades en todas las materias, que apenas era capaz de escribir sin faltas de ortografía se convierte en diez años en un escritor. Creemos que es una novela de auto reflexión, en las que vemos como se una persona es capaz de salir adelante con la única ayuda de unos cuántos profesores y su voluntad. Comentamos entre nosotros y hemos visto muchos casos de estos, de niños que se han echado a perder, que inconscientemente caen en problemas de drogas y dejan para sus sueños ese futuro prometedor.
La verdad que nos gustaría convertirnos en uno de esos mencionados profesores, que a pesar que pasen los años, nuestros alumnos sigan acordándose, no tanto de logaritmos, geografía o literatura sino de los valores que les ayudaron a ser las personas que hoy son.  Y con esto hacemos referencia a una frase del libro en la que el autor nos revela que los profesores que lo salvaron no se preocupaban de sus orígenes, ni de su incapacidad, solo se preocupaban de él.
Nos llama la atención la manera en qué comenzó el autor a devorar libros, a leer de manera clandestina y la inteligente forma de enseñarle a un alumno “pasota” la ortografía cuando se convirtió en profesor. Es un libro llenó de anécdotas y algunas muy curiosas como la manera de definir a su madre cuando hablaba con otras madres al teléfono o como representa que los alumnos tienen que ser como una orquesta ¡No buscamos que todos los alumnos sean violinistas! Cada uno tiene su habilidad, su capacidad en la vida.
Nos ha gustado también, la importancia que este profesor le da al dictado, y la manera que tiene de hacerlo, por todas las ventajas que tiene. Dice que la gramática es la primera herramienta del pensamiento organizado, y que el famoso análisis lógico ajusta los movimientos de esta reflexión. Con esto nos quiere decir que la base de todo conocimiento es la gramática, y aunque su manera de enseñarla quizá no sea la más adecuada, pero si la más efectiva, y tenerlo todo en la memoria es lo más importante, pero intentando que se aprenda de manera placentera.

Otro aspecto que hemos discutido es el caso de Maximilien, es una persona muy fácil de reconocer, que se encuentra en todos los grupos, y es aquel que es un zoquete, pero que es el cabecilla del grupo solo porque es grande, poderoso, y esto le da cierto grado de chulería y poderío frente a los demás. Es este alumno que dice, que los profesores le comen el tarro, a lo que el profesor, haciéndole razonar, o por lo menos intentándolo se dice que se equivoca, que el tarro ya se lo han comido y que los profesores intentan devolvérselo.
Son las marcas deportivas, la publicidad y un largo etcétera de ejemplos los que le comen el tarro a los jóvenes, que se ven absorbidos, por un mundo de realidades ficticias que no llevan a ningún sitio, aunque a ellos les parezca lo contrario; como vemos en el libro cuando le pregunta qué es lo que lleva en los pies y le responde que lleva unas N..., habiendo cambiado la marca por el verdadero nombre del objeto, que incluso habiendo olvidado cómo se decía.
El autor con  este libro, intenta hacernos ver la realidad de nuestros días, y lo difícil que resulta ser educador, ya que incluso nosotros no tenemos la formación adecuada, lo que nos puede llevar a un serio conflicto.
Queremos acabar con una frase que cita el autor que nos parece que resume de una manera perfecta todo lo que quiere expresar en este libro: “En este mundo hay que ser demasiado bueno para serlo bastante”.


Por: Alejandro Calederón y Denis Osés

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